El desafío del cambio

18 feb 2009

El pasado domingo Hugo Chávez ganó en los comicios y es preciso no confundir las cosas, a pesar de los erróneos titulares de los matutinos: no se votó la eternidad de Chávez sino el cambio en la constitución que permite la reelección indefinida dentro de un sistema democrática. En todo caso, su perpetuidad dependerá de las sucesivas decisiones de la mayoría de los venezolanos.

Hasta aquí es para celebrar el sí, la posibilidad que una propuesta con los ojos en la Latinoamérica no tenga límites temporales ya que las revoluciones no se hacen de un día para otro, si realmente tenemos un intento de revolución más estable. Para aceitar el proceso ya la ley esta a su lado, extendiendo el lapso para desentrañar una trampa en su núcleo, un valor esencial para este sistema contra el que se lucha, al menos desde el discurso.

Aquí no se trata del cuidado de las instituciones con la periodicidad de los cargos, porque bien sabemos que las alternancias en el poder no han garantizado nada. Especialmente, cuando con el agotamiento del Estado, gobierna un mercado voraz, cuya cabeza no cambia. En el caso de Chávez, lo más peligroso y quizás débil del proyecto, es centrarse en una única figura porque boicotea un objetivo principal: agrupar más voluntades con la conciencia en este sur, generar líderes, superar los personalismos para que finalmente, el proceso tenga continuidad y mayor apoyo.

En algo tan sencillo está la trampa, porque esa personalización es un arma de doble filo acuñada por el mismo capitalismo al que Chávez le intenta construir una versión latinoamericana más socialista y menos sumisa al Norte. De modo que en la búsqueda de una reelección indefinida se acepta un individualismo alimentado por la paradoja que nadie resiste hacer algo cuyo resultado no sabe si va a poder ver. Y si, así son los plazos de la revolución: largos, como los que se ironizaba a Keynes por esto de que "a corto plazo, nada cambia y a largo plazo, nos morimos". Pero son los que implican estos cambios estructurales.

Hay ciertas señales esperanzadoras en el escenario. El proceso de Evo en Bolivia, con una constitución redactada en lo simple y lo llano para acercar a toda una población a la ley que siempre le fue esquiva. O mejor dicho, humanizar la letra con los valores aborígenes.

"Dejamos en el pasado el Estado colonial, republicano y neoliberal. Asumimos el reto histórico de construir colectivamente el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, que integra y articula los propósitos de avanzar hacia una Bolivia democrática, productiva, portadora e inspiradora de la paz, comprometida con el desarrollo integral y con la libre determinación de los pueblos".
Fragmento del Preámbulo de la Constitución de Bolivia
También en medio de esta crisis mundial aparece la oportunidad para que Latinoamérica confluya en un bloque fuerte que fomente la cooperación regional, la financiación de sus Estados en condiciones más favorables y que proteja de sus emigrantes de las acciones xenófobas que comienzan a emerger. Y es esencial, que en la región haya gobiernos elegidos democráticamente y cercanos en ciertas posturas.

Es esperanza.

1 voces:

Lucas dijo...

Me encanta como escribís. Admiro eso. Y obviamente coincido con todo lo que ponés, principalmente en que Evo es el que mejor lleva las cosas.
Muy buen post!