Hace pocos días, el sitio web Diariosobrediarios anunció que su sección Revistaxrevista iba a cerrarse ante la perdida de protagonismo en la agenda mediática. El apartado trataba de hacer un punteo de los temas, portadas, fuentes y firmas que aparecían en las distintas publicaciones. Pero, el medio argumenta que la salida de la sección se debe a que las revistas caen en “tapas rimbombantes que remiten a notas livianas y en general construidas con fuentes anónimas, encolumnamientos políticos explícitos (“oficialistas” y “opositoras”) y escasez de información”. Sin dudas, la enumeración resulta destructiva y vale cuestionarlo y observar que pasa más allá de los semanarios de actualidad.

Por su periodicidad, las revistas como Noticias, Veintitrés, Debate, entre otras tienen como valor distintivo la posibilidad de no correr detrás del último momento y dedicar a su equipo de periodistas a la investigación y al análisis contextual de fenómenos sociales, con un fuerte impacto en el contenido del resto de los medios. Esta caracterización funciona desde la teoría y lo acontecido durante la década del 90’. Actualmente, resulta difícil recordar temas que los semanarios hayan instalado en la agenda mediática. Esto se debe a que surgieron nuevas publicaciones semanales de menor precio como Perfil (los fines de semana) y Miradas al Sur, mientras que la mayor venta de diarios se registra también los domingos, con el correspondiente aumento de cantidad de hojas. Estos medios tomaron la posta del análisis periodístico avalado por firmas reconocidas y se aseguran la repetición de la agenda en el resto de la semana.

Este panorama es el que pone en jaque a la prensa gráfica cuando se habla de la muerte del papel, la baja de lectores y el consecuente, financiamiento. Todo se trata de buscar el encanto del periodismo escrito, su aspecto distintivo ante el bombardeo de lo instantáneo. Al respecto, Tomás Eloy Martínez pugnó por hacer de este oficio un arte, de buscar la belleza en el relato sin resignar rigor en la información, es decir de pedirle más vuelo a la tinta y no tanta automatización. Entonces, como lectores ¿debemos fijarnos en el peso en el agenda o en la calidad de los textos?