Cazadores de imágenes

7 ene 2010

Las nuevas tecnologías y sus dispositivos individuales han dado lugar a un rápido procesamiento, traslado y publicación de la información. En uno de sus tantos ecos, los medios tradicionales tomaron la herramienta para que su audiencia los alimente de contenidos. Esto en el discurso multimedial se traduce en la oportunidad única del espectador de compartir sus experiencias, con un halo de ilusión acerca de ampliar las fuentes de información. Y en ciertas ocasiones, la captura de imágenes oscila entre lo fatal, como el Rally Dakar, y el buen gusto, como en el funeral de Sandro. Pero lejos de ampliar la mirada, la televisión sigue imponiendo su agenda y estética.

La consigna de subir “tus imágenes”, por parte de los medios se repite ante la incapacidad de la cámara por poseer ese material. En los casos de los fenómenos climáticos en distintas partes del país, revela el “porteño- centrismo” que caracteriza al sistema mediático actual y que reduce los paisajes en postales de espectáculo de un minuto. Este aspecto es el que le otorga el valor a la pieza porque sin espectacularidad, no hay noticia.

Obviamente, la diversidad de material es notoria. En este sentido, no podemos ignorar la necesidad de algunos espectadores que luchan por una porción de fama, apenas retacean un instante, en el que el locutor/conductor los mencione como “Juan de Colón, provincia de Buenos Aires”. Pero la mención lejos de catapultarlos a la notoriedad pública, los pierde en la misma espectacularidad y la sucesión de imágenes similares.

Otro tanto, sucedió en la última semana con el Dakar debido a que su transmisión estaba sujeta a derechos adquiridos en este caso por la televisión pública. Aquí se alcanzó un límite difícil de explicar cuando por el afán de captar La imagen, los medios mostraban los esfuerzos de los cronistas aficionados. Por ejemplo, en algunos tramos donde las motos andaban por las rutas a gran velocidad, muchos con sus automóviles o en pequeños ciclomotores intentaban acercarse al piloto y saludarlo y retratarlo, en una acción riesgosa.

Ahora bien, ¿se puede dejar de lado la tentación de hacer click cuando tenemos una camarita en el bolsillo? ¿Negarse ante la recompensa de salir en la tele o ser nombrado porque leyeron un comentario en Facebook? ¿Se puede ser tan inocente en creer que por estas consignas, los medios escuchan y trasmiten los intereses de la ciudadanía? Pasemos a otro caso en el que también la cámara estuvo vedada a los multimedios: El funeral público de Sandro. Si bien puede sonar contradictorio y se presta para el debate la televisación del velatorio del ídolo, es necesario destacar la ansiedad de los medios por generar material en la transmisión de 24 horas, pero que, finalmente, el pedido de los deudos fue respetado en un pacto entre los periodistas y la gente que lo despidió. El celo de la familia por esas imágenes pareció ingenuo ante el paso de la multitud y la posibilidad de tomar alguna fotografía o video en apenas segundos con sólo contar con un celular, cuestión que también sucedió y no logró una gran rotación en la televisión y su difusión quedo en YouTube.

En cualquier circunstancia, el usuario que “comparte” su material con los medios sabe que pierde su propiedad sobre él y no obtiene nada a cambio. Su cesión de derechos deja a voluntad de los editores el modo y la publicación en la televisión. De este modo, si surgiera la necesidad de dar a conocer algún hecho que escapó a la mirada periodística o que por razones políticas locales no pudiera reproducirse, la línea editorial de los multimedios impone su agenda y su criterio estético ejerciendo un filtro de calidad y de importancia cercano a la censura corporativa.