La nueva temporada de “Peter Capusotto y sus videos” generó
expectativa en adeptos como en extraños. Es que las creaciones de Pedro
Saborido parodian a los productos de la industria cultural rockera, exponiendo
la nostalgia de ya no ser y reflejar sus ecos en otros ámbitos sociales. Es por
eso que no han faltado las asociaciones entre Macri y Micky Vainilla, como la
representación real y política de los clichés del cantante de derecha, maquillados
en el pop edulcorado, como evidencia de su vanguardia.
Sin embargo, uno de los personajes de Capusotto que se
sostienen a lo largo de sus temporadas es Pomelo: el estereotipo del rocker que
fue el ídolo adolescente por su rebeldía al sistema pero que no ha mostrado signos
de madurez ni artística ni personal, décadas después. En ese escenario, se ha
vuelto sólo un personaje mediático que busca el reflector a sus tristes
transgresiones. El ídolo de poster ya no es artista, se repite sin éxito y su
fanático ya no lo admira.
En el plano de lo real, muchos buscaron identificar al sujeto
parodiado en Charly García o Juanse. Al respecto, vale recordar cuando Jorge
Lanata le dijo a Charly: “creo que vos hiciste grandes cosas y después te
empezaste a copiar a vos, y te das cuenta”, en una entrevista televisiva del año
2000.
Para los que elegimos el periodismo como un modo de
expresión y de participación en lo público en la década del 90’, los referentes
eran Jorge Lanata y Mario Pergolini, entre otros. Pero desde el debate de la
Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual se incluyeron a los consumidores
de medios a cuestionar la autoridad presunta de los líderes de opinión y ellos mantuvieron
un discurso conservador desde la subestimación canchera a la reforma.
Las declaraciones públicas de periodistas, que otrora resistieron
al menemismo, no aportaron ideas, sino que defendieron los intereses
corporativos. En el caso de Lanata su incorporación estelar al Grupo Clarín nos
generó el desencanto propio de un fan de Pomelo, pero si analizamos hay
coherencia en su conducta. Por ejemplo, siempre sostuvo un desprecio hacia lo
público, entonces no es extraño que se muestren descreídos de la era
kirchnerista por su restauración del Estado.
Pero el descrédito es aún más amplio, alcanza la política. Para
Lanata todos los gobiernos, en todas sus líneas, son iguales: corruptos,
ladrones y censuradores. Es así que reitera el informe de las propiedades de
los principales dirigentes en comparación de sus declaraciones juradas, obviando
la investigación hacia empresarios o al accionar corporativo. Sin duda, son informes
relevantes pero que por su reiteración, pierden impacto.
No hay nada nuevo en los últimas producciones de Lanata,
sólo la microficción para ilustrar y estereotipar a CFK y a otros funcionarios,
que guardan la relación de enfatizar su críticas al Grupo Clarín. Ese
periodista transgresor de las noticias, los enfoques y la comunicación, se
volvió un cliché de su propio personaje. Ya no es el hecho, sino Lanata. Si en
los 90’ la rebeldía era fumar en televisión, ahora espectaculariza una sesión
de diálisis. Si en tiempos del indulto, denunciar y sostener la lucha de los
organismos de Derechos Humanos era la bandera, hoy la fuente consultada son los
militares para operar mediáticamente.
Lo cierto es que frente a la explicitación del
enfrentamiento entre el poder político y el económico, Lanata optó “por el más
débil, que en esta caso, es Clarín”, aunque en el pasado dedicaba editoriales
completos denunciando el abuso de posición dominante en, por ejemplo, Papel
Prensa.
En una exaltación del show periodístico, Jorge Lanata se
considera un transgresor ante la denuncia al Gobierno nacional, pero se repite,
tiene eco mediático producto de la concentración pero ya no representa al
periodismo joven, hace intentos torpes como Pomelo buscando un nuevo hit que hoy
suena a plagio.